Me sorprende las explicaciones que los escépticos lanzan con una actitud ligera sobre la resurrección de Cristo Jesús. Pero no siempre son superficiales. Si la verdad fuera descubierta, a menudo muchos solo repitan frases o dichos que para ellos, les desquita de tener que mirar a las evidencias reales. No pretendo saber la respuesta a todas las preguntas u objeciones. Hay dudas reales que existen en la mente de quienes no lo han investigado. Por eso, me dirijo en este breve blog, el primero de lo que serán tres blogs sobre las evidencias de la resurrección.
Les ruego a mis lectores a no sacar su conclusión sin escuchar TODAS las razones. Es lo mínimo que haría un investigador sincero y consciente.
Así que comenzamos, ¿cómo podemos saber si la resurrección de Jesús en verdad sucedió? La resurrección de Jesús depende de cuatro hechos claves. Son los siguientes: 1) el juicio judío y el juicio romano en contra de Jesús, 2) el hecho de la crucifixión, 3) la sepultura de Jesús y finalmente, 4) las evidencias abrumadoras por la resurrección del Señor Jesús.
Hoy consideremos el primero hecho.
Considero que hay quienes intentan burlarse de Jesús o cuestionar la veracidad de su vida y muerte y resurrección. Algunos ponen en duda el hecho histórico de los eventos contiguos a la resurrección. Los escépticos dicen que nunca se había dado en la historia un juicio en donde se tergiversaba tanto la ley judía. Cuestionan la irregularidad de los procedimientos y concluyen que este juicio, al igual que la condenación por la corte romana, es una confabulación. Esto es muestra, según los dudosos, que el relato de los evangelios es inflado y maquillado para cumplir con fines de la Iglesia sobre la persona de Jesús. Dicen que para honrar la memoria de Jesús los relatos fueron adornados con eventos y personajes que le hacen sentir lástima por Jesús.
Sin embargo, al atribuirle el carácter de ficción o confabulación a los relatos de la crucifixión y resurrección de Jesús según encontramos en los Evangelios, se está ignorando varios hechos importantes.
Primer hecho: En cuanto a la PERSONA de Jesús y si El haya vivido, vemos que los cuatro Evangelios preservan diversos relatos de todo lo que sucedió alrededor de la crucifixión de Jesús con simplicidad de un testigo de primera mano de los hechos. Este hecho cumple con la Ley Mosaica la cual exige que el asunto a relatar sea confirmado en boca de dos o tres testigos. Eso es exactamente lo que los 4 evangelios procuran. Aun los expertos más escépticos sobre la obra y la vida de Jesús admiten que en la zona de Galilea de Israel hubo un hombre nacido en Belén, de nombre Jesús de nazaret, que vivió, y que fue acusado y sentenciado por las autoridades. Este hombre no solo fue real, no solo caminó por las sendas de Israel, ¡pero también dio vuelta al mundo entero!
Aquí le entrego la conclusión de uno de los escépticos más persistentes, quien examinó de manera minuciosa todos los hechos pertinentes, desde la acusación a Jesús, hasta el la época de la formación de la iglesia primitiva en Jerusalén. Este Frank Morison (de seudónimo, el nombre real era Albert Henry Ross), era ateo y escrito del principio del Siglo XX. Ross o Morison como quiere llamarlo, que como joven no podía recitar el Credo Apostólico en su totalidad porque no se convencía que Jesús había resucitado. Esto hasta que investigó cada detalle del relato bíblico sobre la muerte y crucifixión de Jesús y llegó a esta conclusión:
«Personalmente, estoy convencido que ningún grupo de hombre o de mujeres podrían predicar en Jerusalén con éxito o regularidad una doctrina que involucraba la tumba vacía, sin que el sepulcro mismo estuviera vacío. Los hechos estaban recientes; la tumba estaba muy cercana al centro bullicioso de la vida oriental. Ni con toda la imaginación del mundo podrían haber conseguido el silencio de la antigüedad (sobre los hechos) ni entregar a los registros de la época su impresionante unanimidad sobre la resurrección. Solo la verdad misma, en todas su simplicidad inevitable, podría lograr esto.» (Who Moved the Stone, por Frank Morison, Zondervan Publ. 2002, p. 176)
Como Morison llegó a concluir, solo a una persona real, de carne y huesos, se llega a juzgar, a condenar, a ejecutar y a luego convencerse de la resurrección de esta persona.
Segundo hecho, también tenemos el testimonio de escritores seculares de le época, quienes no estaban predispuestos a favor del cristianismo ni de Jesús de Nazaret, quienes también afirman el hecho del juicio ante las autoridades judías y romanas al igual del hecho de la crucifixión de Jesús fue tan cierto como el imperio romano que le juzgó.
Solo nombro dos de ellos: Primero, el historiador romano, Cornelio Tácito en su obra clásica “Anuarios” quien menciona en detalle y con precisión, que “Cristo, el fundador de la secta de los cristianos, fue sometido a la pena de muerte, durante el reinado de Tiberio, siendo sentenciado por el procurador, Poncio Pilato.”
Otro autor de la época también nombre estos hechos, en su obra “Las Vidas de los 12 Césares”. Este es el autor Gayo Sutorio, quien nombre a Cristo en su obra de manera por cierto despectiva pero acertado como el fundador de una secta religiosa de carácter insidiosa y peligrosa.
Así que, nadie puede cuestionar el HECHO del juicio de Jesús, ni tampoco se puede dudar de que las autoridades judías, desde Caifás hasta el Sanedrín, quienes fueron predispuestos y en acuerdo para que de una vez condenaran y ejecutaran al que conocemos con Jesús de Nazaret. Estas autoridades se apoyaron en tramas, y en pretensiones, usando testigos falsos contra Jesús para acusarle de blasfemia contra el templo de Dios de Israel. Pero, por el hecho que esa acusación no pudo ser probada, el juez y autoridad máxima de la corte judía recurrió a la manipulación del interrogatorio de Jesús, intentando de obligarlo a cometer perjurio en su presencia. El sumo sacerdote le preguntó a Jesús sobre lo que OTROS habían dicho sobre El. Esta tácita le sirvió al juez, el sumo sacerdote, porque pudo quitar la necesidad de los testigos y llegar a una sentencia de culpable de inmediato, sin permitir que el proceso jurídico fuese cumplido según la ley.
En este momento, Jesús es llevado desde la casa de Juez, Caifás, al pretorio de la guardia romana. De forma apurada, le exigieron a la autoridad militar, al Prefecto Poncio Pilato, a entrar a sesión una audiencia contra Jesús. La carga o la acusación que usaron para comenzar el juicio era de blasfemia en contra de Dios y del templo. Pero como estos temas no le competían a Pilato, las autoridades tuvieron que emplear otra táctica.
El famoso jurista Norteamericano, profesor de derecho de la Universidad de Harvard, entre 1833 y 1848, y autor del texto sobre el uso de la evidencias en la corte, el Sr. Simón Greenleaf, concluye que esta acusación está muy lejos de ser convincente o interesante para Pilato, quien evitaba los pleitos internos de la nación judía, y quien carecía de interés en la religión judía.
Así el sumo sacerdote levanta otra acusación en términos que le preocuparía grandemente al general militar. Le acusa a Jesús de traición contra el César y el imperio romano. Y fue esta acusación que eventualmente llevó a sentenciarlo a Jesús a la muerte y la flagelación. Pilato ejerció toda su autoridad y aseguró que Jesús no pudiera continuar incitando al pueblo en contra de Roma después de sentenciarlo a la muerte.
Hemos considerado dos hechos irrefutables de la resurrección de Cristo: su juicio y su condena ante las autoridades. Continúo en el próximo capítulo en el siguiente blog. Mientras tanto, pido encarecidamente a mis lectores a no sacar sus conclusiones de manera prematura sobre quién era Jesús. Las evidencias siguen disponibles para examinar, si es que se atreve a hacerlo.
David L. Rogers, Magister en Artes
Santiago, Chile
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