C.S. Lewis no fue científico. Según el artículo sobre la vida de Lewis en Wikipedia, «Lewis sigue atrayendo a un gran número de lectores. En 2008, The Times lo incluyó en el undécimo puesto de su lista de «los 50 mejores escritores británicos desde 1945». La influencia de Lewis en literatura de fantasía es innegable. Notables como J.K. Rawling, autora de la saga de magia llamada Harry Potter, al igual que el escritor norteamericano Daniel Handler, autor de A Series of Unfortunate Events, (posiblemente un autor más contrario a los ideales de Lewis no hay!) y notablemente, el autor irlandés de reputación prolífica, Eoin Colfer, todos fueron influenciados en su visión de la fantasía infantil y juvenil por Lewis.
Surge la pregunta entonces, ¿por qué tantos cientificos, filósofos y escritores actuales lo siguen citando en la actualidad?
Según las estadísticas que pude encontrar, existen al menos 25 publicaciones1 al año que investigan, evaluen, reflexionan sobre y que examinan los escritos de Lewis. La cultura cristiana hoy tiene una fascinación con Lewis por su fama y posición en el mundo de la literatura inglesa. Las más conocidas de sus novelas infantiles es la serie famosa, pero no la única, llamada Las Crónicas de Narnia. Pero este no está solo entre los cerca de 35 títulos escritos por Lewis. El fue un maestro en la frase inesperada, Lewis usaba su dominio potente con las letras para despertar la curiosidad en medio de una cultura cada vez más mecanizada por la revolución industial. Más importante aun, europa estaba convirtiendose en una cultura anestesiada como consecuencia de las dos guerras mundiales a tan solo 35 años la una de la otra.
En la época posterior la la Guerra Munidal II, los ingleses y también los norteamericanos, anhelaban un mundo en paz, un mundo libre de bombas y balas. Añoraban un mundo renovado por una real esperanza, una inteligencia sana y la creación moderna de ideales grandes. En ese contexto, los escritos como «Cartas del Diablo a Su Sobrino,» y «Mero Cristianismo» no fueron recibidos con los brazos abiertos de inmediato. Por ser libros de carácter crisiano, fueron demasiado blandos, demasiados reliogioso y especialmente indirectos. De a poco, compenetraron la consciencia humana.

Pero los libros que más afectó a la consciencia colectiva británica fueron los tomos llamados «fantasías» o «leyendas.» En ellos Lewis introducía un gama de personajes que luchaban con los efectos de una sociedad destruida por las dos guerras, con el alma humano torturado por el sufrimiento y el dolor. Posiblemente uno de sus títulos más potentes fue «Hasta que Todos Tengamos Rostros« en su estilo creativo, imaginario y idílico, lo cual permitió elevar nuevamente el amor real a su posición merecida. Por las guerras mundiales, millones habían resignado a no amar más, por el inmenso dolor que sintieron después de la guerra. Esta leyenda trajo esperanza otra vez que el amor era realmente lo que Dios es, y quien es el único digno de revelar y dar el amor real.
Años más tarde, hay una curiosidad en el tono, el contenido y el enfoque de Lewis después de conocer a Cristo, Lewis se indentificó como el «convertido más reacio en inglaterra». Este cambio recalcitrante en Lewis le motivó a escribir de temas, asuntos y personajes con una influsión de aliento, con una expectativa distinta que hacía antes de su conversión. Ahora bien, su vida fue repleta del dolor, a todos los niveles. Pero, cuando llegó a creer en un Dios personal, un Dios de amor y un Dios cercano, Lewis tomó un giro hacia una defensa particular de la fe cristiana ante los ataques y los escépticos predominantes en su era.
Por eso, aunque Lewis no era científico, sino un experto en la literatura medieval, él habló de la ciencia. Tomó muy serio los ataques en contra del cristianismo, siendo acusado éste de ser anti-científico, de ser anticuado en su perspectiva del cosmos y de la vida física. Lewis proveyó una defensa blindada ante los ataques a los credos de la Iglesia cristiana porque se dio cuenta que la ciencia moderna no podría haber nacido en otras cosmovisiones, si no fuera por la disciplina académica prevalente en las universidades. Sin la universidad–arriagada determinantemente en una visión del mundo cristiano–nunca habría despegado la ciencia como disciplina.
La ola de ciencia que estaba creciendo en el mundo en el principio del Siglo 20 era una ola empujada por las leyes de la lógica, sostenida en el océano de la presencia del Creador, y medida y aprovechada por la sumisión a la revelación divina en el cosmos. Sin el cristianismo, la ciencia se habría vista atada por la superstición. Sin el cristianismo, dice Lewis, no existeria el modelo moderno de la observación y la investigación.
Por ello, Lewis, el perenne literato, igualmente, es citado para entregar luz de dónde viene la ciencia. Mira esta breve citación:
El mundo de la vigilia se juzga más real porque así puede contener al mundo del sueño; el mundo del sueño se juzga menos real porque no puede contener al de la vigilia. Por la misma razón estoy seguro de que al pasar de los puntos de vista científicos a los teológicos, he pasado del sueño a la vigilia. En la teología cristiana caben la ciencia, el arte, la moral y las religiones subcristianas. El punto de vista científico no cabe en ninguna de estas cosas, ni siquiera en la propia ciencia. Creo en el cristianismo como creo que ha salido el Sol, no sólo porque lo veo, sino porque por él veo todo lo demás.
(Lewis, C. S.. El Peso de la Gloria, Cartas Selectas de C.S. Lewis, pp. 139-140). HarperCollins. Edición Kindle.)
Esta es, entonces, la visión pura de la ciencia: sin la teología, la ciencia se seca en la rama. Sin el cristianismo, no hay un campo científico. De manera que, se comprende porque dijo Lewis lo siguiente: «Los hombres se hicieron científicos porque esperaban una ley en la naturaleza, y esperaban una ley en la naturaleza porque creían en un legislador.»2
Así creía C.S. Lewis de la ciencia moderna.
David L. Rogers, M.A. Apologética
Santiago, Chile

