Un impresionante repertorio fue para cuatro días memorables: hubo conciertos, solistas, danzas y cuecas (el baile nacional de Chile). También hubo desfiles y una fabuolosa parada militar, más aun, la revista naval que duró dos horas por la costal central de Chile. Inauguraron nuevas obras y monumentos, isaron una bandera de 460 metros cuadrados, inauguraron las muchas fondas populares, se tomó unos 100.000 litros de chica (es mi cáluco no-profesional), se comió tantos asados que no pueden contarse.
En una nota más solemne, el Presidente Sebastian Piñera visitó el sitió donde están atrapados los 33 mineros, a quienes el país entero espera que pronto sean liberados de su «cautiverio involuntario.»
Más allá en el sur, los Mapuches protestaron (en buen estilo, por cierto) el Bicentenario de Chile, y algunos inclusive pensaron que después de 200 años, se debía devolver las llaves de la ciudad a los comuneros, no importa que podrían ocupar no más de un 2% del suelo nacional.
En todas las regiones del país se visitió Chile de gala. Del más austral hasta el desierto árido norteño, todo Chile gozó de esta celebración. En Santiago de manera tradicional, como en todos los años para las Fiestas Patrias, se realizó un servicio religioso llamado el «Te Deum Ecuménico» (que por cierto no tiene un valor más que para el pueblo de profesión Catolica Romana, pues, se celebra en el Catedral…si es «ecuménico», ¿por qué no celebrarlo en un estadio o en un teatro?) El arzobispo de Santiago ni se lo pudiera soñar, pues el pueblo le debe al Vaticano los 200 años de ilustre desarrollo y de grandeza como país. Chile, para muchos, volvió a su cuna al recordar de donde vino.
Me pregunto, entonces, ¿qué estuvo ausente en este momento historíco? ¿Hubo algo, o alguien, que no figuró ni fue festejado? ¿Se quedó en el tintero alguna clave de la historia chilena?
En todo los diarios, los noticieros, los reportajes y los informes hubo un silencio sepulcral durante los cuatro días de celebración respecto a una persona fundamental en la historia de Chile. Porque hoy, en el ámbito posmodernista en que vivimos, no fue ni politicamente aceptable ni socialmente conveniente que el mismo cura pudiera reclamar la fama y la dicha de palpar la suprema dirección y protección a la nación que el mismo Creador y Autor de la Libertad le derrochó a la nación en estos 200 años. Chile recibió y aceptó el grito de la libertad –«Give me Liberty, or give me death»–cultivada en y procreada por la convicción bíblica y cristiana que «todo hombre es creado en igualdad.» Esta doctrina tiene sus raíces en una fuente más allá de la politica de le era o el movimiento libertario. Esta semilla de la gran libertad humana nació de un fuerte arraigo en la mente y el corazón de los patriotas que huían de la tiranía de las coronas y los imperios europeos, a buscar un lugar en donde podían adorar a Dios conforme la conciencia individual dictara, y a vivir en una sociedad que fuera gobernada por la libertad de conciencia. Estas convicciones sólidas, claramente impulsado por Simón Bolivar y a otros como él, nacieron en la mente del Señor Dios Todopoderoso. El nos hizo libres. No hay otra explicación más convincente que esta para proclamar la libertad.
En el hermoso y emotivo recuerdo de la libertad de Chile, el Personaje más importante ni siquiera recibió una invitación a la fiesta: Dios fue ausente y olvidado este fin de semana pasado. La libertad nos la dio El, pues El nos creó en igualdad de condición, igualdad de valor, igualdad de futuro y promesa. Dios es el autor de la Libertad, y esta libertad no puede ser callada ni transada.
No será politicamente correcto nombrarle a Dios como la Fuente Eterna de la Libertad, pero este ciudadano no lo ignorará. Por ello, elevo una oración de intercesión por nuestra patria.
«Soberano Creador y Autor de la vida, Dios de Israel y Padre Eterno, perdónanos por haberte ignorado en estas fechas celebrativas e históricas. Acepta nuestra petición de perdón por la actitud popular y masificada de orgullo nacional, totalmente más allá de lo que corresponde. Te agradecemos, oh Dios Santo, por la protección, la dicha, la dirección y la inspiración que les diste a nuestro padres de la patria. Para bien o para mal, ellos llegaron a las playas de Chile porque Tu les prosperaste el viaje. Sus nociones de libertad, por inmaduras o egoístas que fueran, estaban haciendo echo de la realidad que TU mismo colocaste en el pecho de cada ser humano: el anhelo de ser libre, y de poder eligir el propio destino de uno.
Dios Altísimo, recibe nuestra intercessión por Chile, por sus autoridades y su gobierno, que a través de ellos, hagas reinar la paz, la igualidad, la aceptación personal y social, y la verdad que el hombre no es una isla, ni autónomo. El hombre, Señor nuestro, tiene su vida, su razón de ser, su movimiento en Tí. A Tï, oh Padre, regresamos hoy, para no olvidar que lo que Chile es hoy y por lo que será a futuro es por Tu gracia soberana y Tu poder infinito.
En estos días, antes que se pase al olvido todo los motivos por la celebración de la Independencia de Chile, Dios mío, toma Tu lugar merecido en la mente y el corazón del pueblo Chileno, y haz en nosotros Tu voluntad, para que todo hombre conozca y acoge personalmente la inigualable don de la salvación personal la cual viene en y por y para la obra de Cristo Jesús, el cual está antes de todo y el cual será por toda la eternidad. La libertad nacional no es un bien transable ni una comodidad negociable. Ella es el fruto del sacrificio y el compromiso con la verdad. Tampoco es la libertad personal un bien acesible por méritos personales, por ganancias ni por logros. La libertad individual, oh Santo Dios, viene exclusivamente por Tu Gran Libertador, El Señor Jesucristo, el que venció todo obstáculo, quien derrotó el pecado y quien destronó el último enemigo nuestro, la muerte. Solamente en Cristo hay libertad eterna, en Cristo hay paz, en Cristo hay honor y gloria, y en Cristo hay futuro. Estos hermosos frutos, o Dios, los pido para mi querida patria, Chile. A Dios sea la gloria por los siglos de los siglos, Amen.»
¡Viva Chile!
David L. Rogers, M.A. Min.
Pastor-Administrador
IBVN